"Los Juegos Olímpicos son competencias entre atletas individuales o entre equipos de atletas y no entre naciones."
Con esa idiosincrasia resulta inevitable que se susciten controversias cuando un atleta cambia, por conveniencia oportunista o auténtica necesidad, de nacionalidad. Según algunos esto es casi tan grave como desertar en una guerra y unirse al ejército enemigo. Según otros es el colmo del poder corruptor del deporte mercenario.
Allí esta el caso de Becky Hammon. No calificó para el equipo de basketbol de EEUU así que en vez de quedarse con las ganas busco una alternativa y la encontró en el equipo de Rusia. Otro caso similar es el de Chris Kaman. El equipo americano del mismo deporte tampoco lo aceptó pero ahora es una pieza clave en el equipo alemán, país de sus bisabuelos. Están los casos de los ping-pongistas chinos que se unieron a equipos de Singapur y de Australia y el de las brasileñas que aceptaron un pasaporte de Georgia para poder competir.
La gran mayoría de casos por supuesto son en sentido contrario: deportistas de países tercer mundistas atraídos a EEUU por becas deportivas o oportunidades de trabajo en equipos profesionales. Incluso las petrocracias árabes, tan escasos en medallas pero sobrados de recursos, han tratado de reclutar atlétas africanos.
Pero pensándolo bien, ese tipo de cambios oportunistas no son en lo más mínimo males para el deporte en si. Muchos países tienen una cuota de cuántos de sus atletas pueden competir en una disciplina. En muchos casos solo permiten a dos o tres competir en su equipo, aunque tal vez haya un tercer o cuarto o quinto que lo merezcan también. El quinto mejor corredor de Jamaica puede ser mejor que el mejor corredor de Francia, por dar un ejemplo. Así, en países altamente competitivos muchos excelentes atletas se quedan en casa porque no califican en los muy competidos primeros lugares.
Por eso Ian Ayres propone un "libre mercado internacional de atletas". Una libre movilidad de talento es más meritocrático, más democrático y en ultima instancia también más justo para los atletas. Emparejan la competencia, hacen más fuertes a otros equipos y así mejoran la calidad de los duelos. Claro, será para países xenófobos un tanto difícil apoyar a alguien con un apellido extranjero.
Pero no hay motivo para exagerar el fenómeno. Estos casos siendo la excepción. Según la BBC a lo mucho 25 atletas cambiaron de nacionalidad específicamente para los juegos olímpicos. Fuera de casi 10,000 participantes es prácticamente insignificante. Ojala hubiera más.