29.11.07

Creación Destructiva en el Mercado Literario




Un artículo del Ángel de Reforma de Sergio González Rodríguez del domingo pasado me llamó bastante la atención, sobre todo por su peculiar capacidad de argumentar con elocuencia ideas totalmente falsas:

El autor empieza lamentando la desaparición de las pequeñas librerías:

Días atrás, los gremios de la letra impresa recordaron que, durante los últimos 15 años, cerraron entre el 30 y el 40 por ciento de las librerías en todo el País, es decir, van en extinción. La mala noticia que aquello representa encuentra sus causas principales, aparte de la adversa situación económica, en el crecimiento de las conductas pro-monopólicas de grandes empresas, en buena parte de índole multinacional, ya sea editoriales o de las que controlan la exhibición/distribución, así como la venta, de los libros en gran escala. Éstas han aniquilado poco a poco a las librerías, para reemplazarlas por almacenes en los que hay estantes con productos impresos.

¿Adversa situación económica? ¿Conductas pro-monopólicas de multinacionales?

Por favor.

La desaparición de las pequeñas librerías tiene que ver con una cosa por encima de todas las demás: sus precios más altos.

Gandhi y otras grandes librerías ("almacenes" sin alma según el autor) ofrecen menores precios por el mismo libro, lo cuál han logrado gracias a los volúmenes que manejan y a las economías de escala que les permite reducir costos. Los consumidores de libros (lectores si quieren) se han dado cuenta de que allí cuestan menos esos productos (libros si prefieren) y probablemente también que te sellan el boleto de estacionamiento y de paso te venden música y café.

Algunas pequeñas librerías han conservado un nicho de mercado por ofrecer libros difíciles de encontrar (o usados) o por estar estratégicamente ubicadas, o por tener una fiel clientela, pero son la minoría. La mayoría de las pequeñas librerías ofrecen menos libros que Gandhi y más caros.

Luego dice lo siguiente lo cuál es bastante divertido leer:

Los dogmáticos del libre mercado dirán que éste ordena tales transformaciones, y que quienes no sobreviven es porque no saben sobrevivir. Hasta la fecha, nadie ha podido demostrar la verdad de tal dogma, y sí se ha hecho más evidente día tras día el poder de los depredadores económicos y sus sirvientes.

Claro que es el libre mercado el que ordena las transformaciones pero ya que este tiene una conotación metafísica entre este tipo de escritores digámoslo de otra manera: sus clientes exigen esos cambios para que sigan comprando allí. Y la validez del "dogma" se comprueba bastante fácil: con cada nuevo Gandhi en el país que se abre y con cada vieja librería que se cierra. Si algo tan empírico y observable es dogmático pues tal vez haya que redefinir dogmático.

Ya que abundan personas con opiniones similares al autor todo parece indicar que ahora si va pasar la "Ley para el Fometo de la Lectura y del Libro" la cuál pretende imponerle a todos los libros un precio único, sea cuál fuere la liberería, sea la Condesa o Cozumel el punto de venta, sean cuales sean los costos de llevar los libros a ese lugar.

Es decir, quieren aplicar un precio único a los libros que, y aquí está la trampa mayor, dejan a la discreción de las editoriales. Con esto se imposibilita cualquier negociación de que a mayor volúmen se logre un menor precio como Gandhi y compañía hacen para lograr precios más bajos. Y si les sobran ejemplares, no pueden hacer descuentos.

Lo trágico es que nuestros legisladores todos creen (si TODOS, pues se pasó la iniciativa por unanimidad) que reduciendo la competencia y la flexibilidad los precios de los libros van a bajar lo cuál sería un descubrimiento económico bastante sorprendente (si resulta ser cierto, prometo postular a nuestros legisladores al nobel de economía el próximo año). Los editores obviamente, si tienen que fijar un solo precio, van a escoger uno en el que sea rentable vender a todos los puntos de venta y no los precios rebajados que solo conviene con altos volúmenes.

Y es que la ley no tiene (casi) nada que ver con el fomento a la lectura, sino con la protección a las librerías lo cuál es bastante diferente. Como si más librerías tuviera algo que ver con más lectores o más libros leídos pero bueno, cada quién sus creencias.

Finalmente, creo que la ley va fracasar incluso en poder mantener a las librerías con respiración artificial y el culpable es un pequeño invento que acaba de salir la semana pasada. Se llama kindle.



Kindle es un invento promovido por Amazon.com, la más grande librería de todos los tiempos que ha hecho más por promover la lectura que todos nuestros legisladores juntos (pero seguramente es una muy maléfica multinacional según Sergio González de todas maneras). Es un libro electrónico que almacena hasta 200 libros en un aparato que pesa menos que un libro. El aparato permite bajar unos 80,000 títulos por internet inalámbrico que también permite ver periódicos, revistas, blogs, wikipedia, diccionarios e incluso escuchar audiolibros. El costo por libro es fijo (pues aquí si los costos de mandar un libro son casi fijos) y el internet inalámbrico es gratis para todo lo demás.

No, no pienso que Kindle haga que las librerías desaparezcan de la noche de la mañana ni que de repente todos tiren a la basura sus libros físicos. Pero si tendrá un impacto severo y global sobre la industria editorial. Vende ahora sus libros a 9 dólares y seguramente los precios continuarán cayendo, obligando a las editoriales de libros físicos a ser más eficientes o morir. Y bajo esas condiciones simplemente no les va interesar venderle bajos volúmenes a pequeñas librerías. Con o sin ley de fomento.
La competencia se pondrá mucho más severa.

Y créanme, esas son buenas noticias para los lectores.