16.6.08

En el Espejo Irlandes

La Unión Europea acaba de recibir un tremendo golpe este fin de semana. Irlanda voto en contra del "Tratado de Lisboa" que realmente es un poco más que un tratado, es la versión rebautizada y diluida de la fallida "Constitución Europea" que plantea reestructurar el disfuncional andamiaje institucional que gobierna la Unión Europea. Actualmente la UE se rige por el tratado de Niza que data de cuando la UE tenía 12 miembros menos y se podían tomar decisiones al interior de un elevador, por así decirlo.
Irlanda es el único país dentro de la unión que forzosamente tenía que someter el tratado al tortuoso proceso de ser aprobada por la opinión pública mediante un referendo popular (su constitución lo estipula). No fue suficiente que todos los partidos políticos menos uno apoyaron el tratado y que se gastaron unos cuantos millones de euros en hacerle publicidad al tratado. Al final del día, tal como sucedió en Francia y Holanda en el 2005 con la Constitución Europea, una mayoría voto en contra.
Creo que muchos países en estos momentos deben verse en el espejo irlandés y ver como se puede descarrilar un proyecto importante por un mal manejo político o, para ser precisos, por un mal marketing político. Algunas lecciones que se me ocurren:

1) Los referendos generalmente socavan la legitimidad de casi cualquier propuesta:

¿Es entonces Irlanda la democracia más avanzada de Europa por preguntarle a sus ciudadanos que opinan acerca del proyecto europeo cuando nadie más lo hace? ¿O acaso es un desafortunado país con un enorme lastre que no solo le ata las manos al gobierno nacional sino que pone en jaque al futuro de la integración europea?

Me inclino más hacia la segunda opción lo cuál tiene implicaciones muy claras para nuestro país donde se discute si la reforma a PEMEX debe o no ser sometida a referendo popular. Es más, en México se plantea que se debe introducir en la Constitución la figura del referendo en materia de reformas a la Carta Magna. Enorme error.

2) Hay mejores alternativas que los referendos.

Esto no quiere decir que el gobierno no debe escuchar a la opinión pública en cuestiones controversiales o que no se deben realizar sondeos ni mucho menos. Al contrario. El problema se desprende del hecho de que los referendos simplifican, polarizan y generalmente sugieren disyuntivas falsas. En el caso irlandés la pregunta no debería de haber sido "¿estas a favor del Tratado de Lisboa?" sino "¿Prefieres que la Unión Europea se rija por el Tratado de Niza o el Tratado de Lisboa?" o incluso "debe Irlanda unirse o retirarse de las nuevas instituciones europeas de la UE? Esas eran las opciones verdaderas. Plantearon mal la pregunta y lo que obtuvieron fue la respuesta a interrogantes diferentes: ¿te parece que la Unión Europea te representa bien? o ¿estas de acuerdo con la rápida expansión de la UE? o ¿la integración europea te ha beneficiado lo suficiente? Todas interrogantes muy válidas pero no era lo que estaba en juego. Si los electores de un país en verdad piensan que su país debe retirarse de la UE, pues sus deseos deben ser respetados, pero clarísimamente eso no es lo que los irlandeses quieren, sino ventilar sus agravios, y eso es lo que hicieron.
Un sistema democrático tiene otros mecanismos para sondear la opinión pública, para premiar o castigar proyectos y propuestas. En una elección generalmente se puede elegir entre varios proyectos en vez de obligar a los electores a escoger entre un "si o no". La rutina parlamentaria implica encontrar puntos medios, conciliar, negociar, encontrar coincidencias y alejarse de los extremos. Los referendos hacen lo opuesto, sugieren que todo se compone de una opción binaria que cancela todas esas posibilidades.
Además, ¿como se supone que alguien debe votar por un texto incomprensible excepto para unos cuantos abogados y politólogos? Cuando se plantea que se vote por algo muy técnico lo que tiende a pasar es que el debate se vuelve ideológico y se tiende a votar en términos más amplios, no contra la propuesta, sino contra cualquier otro agravio relacionado, y se vuelve un voto de castigo contra el gobierno por cualquier otro tema que en ese momento molesta a los electores.

3) Un sistema que se rige por reglas de unanimidad tiende a la parálisis.

Los europeos se están dando cuenta que el requerir que algo pase por unanimidad solo paralizará el proceso de integración. Este deseo de concenso estricto, tan defendida por los multilateralistas radicales (México solía caer bajo esta deshonrosa categoría), tiene un altísimo costo. Le da un gran poder a estados recalcitrantes y hace las negociaciones no solo difíciles sino casi imposibles.

Aquí el texto del tratado (250 páginas en pdf) y aquí un resumen que si es comprensible de los puntos más importantes.