26.6.08

El Tabú de Tirar Libros

Hoy tiré un libro a la basura. Era una verdadera mediocridad en celulosa. Una de esas publicaciones del Fondo de Cultura Económica repleta de información obsoleta, ideas trilladas y un lenguaje estéril que son la firma de las obras de esa editorial. Una ojeada rápida fue suficiente para confirmar la sospecha de que nunca me molestaría en leer el ejemplar y que estaba ocupando un lugar en el librero que, francamente, no merecía. Pero de todas maneras me fue difícil tirarlo. ¿Quizá debería regalárselo a un amigo que tiene un poco más de espacio en su librero? ¿Quizás donarlo a una escuela en Oaxaca? ¿Venderlo por Amazon? ¿Quizá pasárselo a una de esas brigadas de alfabetización? Incluso pensé llevarlo a la biblioteca de mi empresa y dejarlo allí arrumbado, al fin y al cabo tienen uno o dos estantes vacíos. Obviamente con el tiempo se darían cuenta de la inutilidad del libro y lo echarían a la basura pero me ahorrarían a mi la responsabilidad de hacerlo. No sería yo el culpable de tirar un libro a la basura.
Y entonces se me ocurrió: ¿que tienen los libros que hacen tan difícil que nos deshagamos de ellos? Tirar un libro no es como desechar una botella de vino vacía, unos pantalones de vestir descocidos o una revista vieja. Hay un cierto tabú cultural que parece vetar deshacernos de los libros. Son objetos que despiertan una reverencia, un respeto incluso una adulación que no merecen. Incluso si el contenido es mediocre, si la obra no vale los árboles que desperdiciaron para imprimirla, se cree que salvar a un libro de la trituradora, cualquier libro, es un acto que demuestra el compromiso con la cultura. Nada más vean toda la campaña de "compra un libro para que siga existiendo" en el marco del segundo gran remate de libros que tuvo lugar entre el martes y el domingo en el Auditorio Nacional.
Uno podría interpretar que las turbas que se avasallaban sobre las mesas rebozando de libros y se abrían paso entre empujones es señal es una señal alentadora (solo lo puedo comparar a la estación del metro Tacubaya a las 6pm). ¡Que bueno que se salven estos libros, de otra manera condenados a la destrucción!
Si, pero solo hasta cierto grado. Si alguien encuentra algo que buscaba, perfecto. Si alguien se topa con un libro que no conocía pero le despierta interés, excelente. Pero también hay que aceptar que la gran, gran mayoría de los libros que se remataban en el evento no se vendieron por una buena razón. No deben ser leídos. El atropello no es tirarlos, es comprarlos y leerlos. Hay que pensar en el costo de oportunidad de leer, o peor aún de regalarle a alguien más, un libro mediocre: dejar de leer un libro que si vale la pena. El remate es entonces, a mi parecer, una horrible trampa. Es mejor comprar poco y caro de libros bien escogidos que a granel libros que no sirven.
También hay que aprender a tirar libros, a echarlos a la basura sin remordimiento y sin pena.

1 comentario:

mosconariz dijo...

Todavía no leo los libros que compré ese mismo día en ese mismo evento pero creo que probablemente tal vez tenga que tirarlos, o prenderles fuego en un tórrido invierno futurista.